martes, 7 de agosto de 2012

Del morbo venimos y al morbo vamos


Perversiones sexuales típicas
  
Las fantasías eróticas son parte de la vida cotidiana. Sin embargo, hay algunas que son un poco extravagantes y extremistas. Especialistas y capitalistas del sexo cuentan sobre estos trastornos.
          

Fetichismo, sadomasoquismo y voyeurismo son algunas perversiones sexuales que escuchamos a menudo en las sociedades modernas, tanto entre los jóvenes como en las personas mayores. Pero, ¿qué son exactamente cada uno de esos términos? En Agujero Negro te quitamos las dudas.
Según la Licenciada en sexología, Marta Secco, la parafilia (o perversión sexual como se conoce informalmente) es un comportamiento sexual que tiene como finalidad la búsqueda del placer en un objeto o en alguna actividad que lo acompañe, no en el coito. “Estas fantasías no son convencionales y pueden afectar en ciertos casos la vida social de la persona”, explica Secco.
Las conductas parafílicas son más comunes en los hombres que en las mujeres, ya que la mujer se erotiza más con el tacto que con la vista, y tienen generalmente su origen en la infancia.
Cecilia Rodriguez es la encargada de Buttman, un sex-shop ubicado en la calle Corrientes al 2000 en pleno centro porteño. Ella cuenta que en reiteradas oportunidades se acercaron hombres al local en busca de lencería para ellos o para comprar muñecas inflables. “La gente se abre mucho en cuestión de intimidad y a veces hasta te llegan a pedir cosas extrañas”, agrega.
Para Secco, el fetichismo es el impulso sexual por un objeto inanimado y tangible que, en la mayoría de los casos, es ropa interior o cualquier otra prenda de vestir. “Hay gente que tiene como fetiche los zapatos, por ejemplo”, añade la licenciada y cuenta que cualquier cosa que produzca excitación visual es considerada un “fetiche”.
 Así como un hombre puede excitarse tocando lencería de mujer, muchos pueden hacerlo poniéndose esa ropa interior femenina, aunque para algunos suene extraño. En este caso la sexologa especifica que mientras no se trate de un caso en el que el hombre se trasvista por preferencia sexual, sigue siendo simplemente fetichismo.

Sebastián Pino es vendedor de películas pornográficas en el local de Buttman y asegura que le piden muchísimo películas perversas de la actriz y directora Belladona, que son “medias masoquistas” y fetichistas. Tienen muchas escenas de helados y pies.
Cuando se le pregunta a Pino si le piden cosas raras, él cuenta que los más extraños son los pedidos de hombres mayores. “Muchos de 70 años me piden películas de sexo con animales”, comenta y asegura que los jóvenes son más conservadores, aunque discursivamente defiendan las libertades de las distintas prácticas sexuales. En la vidriera del local erótico hay una zona exclusiva dedicada a películas de este estilo. Por lo que se ve no es un pedido fuera de lo común y parece estar bastante relacionado con los requerimientos de los clientes. “Me pueden pedir de personas teniendo relaciones con animales o de animales solos copulando”, agrega.
Esta práctica se denomina zoofilia y el objeto de la fantasía sexual es el animal. Si bien este tipo de perversión se suele dar más comúnmente en personas que viven en el campo, para Secco “también puede darse que viven en la ciudad”.
De las demás películas que vende Pino, hay con trama y sin trama, pero siempre dentro del marco pornográfico. En aquellas en las que se cuenta una historia, una escena muy común, es la que muestra una persona espiando a dos que tienen sexo. “Clásicas imágenes de vecinos, primos, compañeros de estudio observando una situación que los que actúan desconocen”, comenta.
El voyeurismo es el hecho de observar ocultamente a personas desnudas, desvistiéndose o en plena actividad sexual, para buscar -o no- algún tipo de relación sexual con la persona. “El mero acto de observar al otro en esas circunstancias ya produce excitación en el voyeurista, que puede seguir excitándose al repetir en su mente el recuerdo de lo observado”, añade la sexologa.
En “Luxury Sex Shop”, un local de la Galería Recamier a metros de Cabildo y Juramento, Gissela Funes, vendedora, confiesa que han comprado látigos, tobilleras, collares y enteritos “sados”. “Se suelen llevar el enterito que es de cuero y tiene una abertura a la altura de la pélvis, para que la zona quede al descubierto”, cuenta Funes. Además, cuenta que “están muy de moda” unas prendas de látex negro.
El masoquismo sexual es considerado un tipo de perversión que consiste en ser humillado, golpeado o atado. El sadismo es justamente el provocar ese dolor físico o esa denigración. Según Secco, en ambos casos el placer es el sufrimiento, ya sea sentirlo o causarlo. Dentro de los objetos utilizados para este fin los más comunes son látigos, esposas y machetes.

Germán, recepcionista de Qué hotel, un albergue transitorio (para no decir telo) ubicado en Barrancas, cuenta que el hotel tiene diferentes habitaciones temáticas. Las más pedidas son: La “tanguera”, la “stripper”, la “circense”, la de “noche de bodas”  y la “masoquista”. Este último cuarto tiene esposas y látigos, y son muy solicitadas por las parejas swingers. Otros a los que “les gusta mucho el sado”, según Germán, son los chicos más jóvenes, de 20 a 28 años, que suelen solicitar, además de las habitaciones, muchos juguetes de ese estilo.
Otra perversión sexual, pero común y aceptada, es la anisonogamia y  consiste en sentir atracción por una pareja sexual mucho más joven o mucho más mayor. Germán asegura que muchos señores grandes con chicas muy jovencitas suelen frecuentar Qué hotel. De manera contraria, se ve poco el ingreso de mujeres ancianas con jóvenes de menor edad.
Hoy en día, algunas de las consideradas perversiones sexuales están muy aceptadas en la sociedad y algunas son practicadas sin saber que forman parte de alguna parafilia. Por eso, se puede decir que somos todos unos profesionales del morbo colectivo. ¡Vamos por más!


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