Perversiones sexuales típicas
Las fantasías eróticas son parte de la vida
cotidiana. Sin embargo, hay algunas que son un poco extravagantes y
extremistas. Especialistas
y capitalistas del sexo cuentan sobre estos trastornos.
Fetichismo, sadomasoquismo y voyeurismo son algunas
perversiones sexuales que escuchamos a menudo en las sociedades modernas, tanto
entre los jóvenes como en las personas mayores. Pero, ¿qué son exactamente cada
uno de esos términos? En Agujero Negro te quitamos las dudas.
Según la Licenciada en sexología, Marta Secco, la parafilia (o perversión sexual como se
conoce informalmente) es un comportamiento sexual que tiene como finalidad la
búsqueda del placer en un objeto o en alguna actividad que lo acompañe, no en
el coito. “Estas fantasías no son convencionales y pueden afectar en ciertos
casos la vida social de la persona”, explica Secco.
Las conductas parafílicas son más comunes en los
hombres que en las mujeres, ya que la mujer se erotiza más con el tacto que con
la vista, y tienen generalmente su origen en la infancia.
Cecilia Rodriguez es la encargada de Buttman, un sex-shop ubicado en la calle
Corrientes al 2000 en pleno centro porteño. Ella cuenta que en reiteradas
oportunidades se acercaron hombres al local en busca de lencería para ellos o
para comprar muñecas inflables. “La gente se abre mucho en cuestión de
intimidad y a veces hasta te llegan a pedir cosas extrañas”, agrega.
Para Secco, el fetichismo es el impulso sexual por
un objeto inanimado y tangible que, en la mayoría de los casos, es ropa
interior o cualquier otra prenda de vestir. “Hay gente que tiene como fetiche
los zapatos, por ejemplo”, añade la licenciada y cuenta que cualquier cosa que
produzca excitación visual es considerada un “fetiche”.
Así como un
hombre puede excitarse tocando lencería de mujer, muchos pueden hacerlo
poniéndose esa ropa interior femenina, aunque para algunos suene extraño. En
este caso la sexologa especifica que mientras no se trate de un caso en el que
el hombre se trasvista por preferencia sexual, sigue siendo simplemente
fetichismo.
Sebastián Pino es vendedor de películas
pornográficas en el local de Buttman y asegura que le piden muchísimo películas
perversas de la actriz y directora Belladona, que son “medias masoquistas” y
fetichistas. Tienen muchas escenas de helados y pies.
Cuando se le pregunta a Pino si le piden cosas
raras, él cuenta que los más extraños son los pedidos de hombres mayores.
“Muchos de 70 años me piden películas de sexo con animales”, comenta y asegura
que los jóvenes son más conservadores, aunque discursivamente defiendan las
libertades de las distintas prácticas sexuales. En la vidriera del local
erótico hay una zona exclusiva dedicada a películas de este estilo. Por lo que
se ve no es un pedido fuera de lo común y parece estar bastante relacionado con los requerimientos de los clientes. “Me pueden pedir de personas teniendo
relaciones con animales o de animales solos copulando”, agrega.
Esta práctica se denomina zoofilia y el objeto de la fantasía sexual es el animal. Si bien
este tipo de perversión se suele dar más comúnmente en personas que viven en el
campo, para Secco “también puede darse que viven en la ciudad”.
De las demás películas que vende Pino, hay con trama
y sin trama, pero siempre dentro del marco pornográfico. En aquellas en las que
se cuenta una historia, una escena muy común, es la que muestra una persona
espiando a dos que tienen sexo. “Clásicas imágenes de vecinos, primos,
compañeros de estudio observando una situación que los que actúan desconocen”,
comenta.
El voyeurismo
es el hecho de observar ocultamente a personas desnudas, desvistiéndose o en
plena actividad sexual, para buscar -o no- algún tipo de relación sexual con la
persona. “El mero acto de observar al otro en esas circunstancias ya produce
excitación en el voyeurista, que puede seguir excitándose al repetir en su
mente el recuerdo de lo observado”, añade la sexologa.
En “Luxury Sex Shop”, un local de la Galería
Recamier a metros de Cabildo y Juramento, Gissela Funes, vendedora, confiesa
que han comprado látigos, tobilleras, collares y enteritos “sados”. “Se suelen
llevar el enterito que es de cuero y tiene una abertura a la altura de la
pélvis, para que la zona quede al descubierto”, cuenta Funes. Además, cuenta
que “están muy de moda” unas prendas de látex negro.
El masoquismo
sexual es considerado un tipo de perversión que consiste en ser humillado,
golpeado o atado. El sadismo es justamente el provocar ese dolor físico o esa
denigración. Según Secco, en ambos casos el placer es el sufrimiento, ya sea
sentirlo o causarlo. Dentro de los objetos utilizados para este fin los más
comunes son látigos, esposas y machetes.
Germán, recepcionista de Qué hotel, un
albergue transitorio (para no decir telo) ubicado en Barrancas, cuenta que el
hotel tiene diferentes habitaciones temáticas. Las más pedidas son: La
“tanguera”, la “stripper”, la “circense”, la de “noche de bodas” y la “masoquista”. Este último cuarto tiene
esposas y látigos, y son muy solicitadas por las parejas swingers. Otros a los que “les gusta mucho el sado”, según Germán,
son los chicos más jóvenes, de 20 a 28 años, que suelen solicitar, además de
las habitaciones, muchos juguetes de ese estilo.
Otra perversión sexual, pero común y aceptada, es la
anisonogamia y consiste en sentir atracción por una pareja
sexual mucho más joven o mucho más mayor. Germán asegura que muchos señores
grandes con chicas muy jovencitas suelen frecuentar Qué hotel. De manera
contraria, se ve poco el ingreso de mujeres ancianas con jóvenes de menor edad.
Hoy en día, algunas de las consideradas perversiones sexuales están muy aceptadas en la sociedad y algunas son practicadas sin saber que forman parte de alguna parafilia. Por eso, se puede decir que somos todos unos profesionales del morbo colectivo. ¡Vamos por más!
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